Friday, July 31, 2020

Resolución 446. Diputados De Izquierda Contra El Aporte Privado A La Cultura


Minera Collahuasi financió construcción de replica de La Esmeralda para Iquique.


Aunque estamos prontos a celebrar los 30 años de vigencia de la norma que consagró en Chile un régimen de mecenazgo privado a las artes y la cultura, y uno podría esperar que hubiese llegado ya un tiempo de madurez como para poder pasar a una etapa aún más profunda de la vinculación entre lo público y lo privado en el financiamiento de las artes, parecemos condenados a tener que partir todo de nuevo, empujando otra vez por la pendiente empinada de la pertinacia de nuestra clase política que insiste en estropear lo que funciona en vez de mejorar lo inservible.

Oposición a la presencia de aportes privados a la cultura ha existido siempre en el país.  Suele ser recurrente entre personeros de la izquierda que por adscripción ideológica no quisieran ver a nada más que el Estado en el financiamiento de las artes. A veces de recuerda la férrea oposición que algunos colectivos de artistas hicieron en los 90 cuando se supo de la aprobación de la llamada Ley de Donaciones con Fines Culturales. En cierto sentido, algunas de las modificaciones que la norma ha tenido, también se deben a consideraciones de ese orden que se hicieron en su oportunidad.  En todo caso, la ley ha seguido vigente y ha procurado una ingente cantidad de recursos que no habría sido posible conseguir mediando solo el aporte público.

Pero me parece que hay algo muy preocupante en la resolución aprobada el 17 de junio pasado en la Cámara de Diputados para modificar las disposiciones de la Ley de Donaciones con Fines Culturales, la norma que en Chile ha permitido desde los años 90 generar un régimen virtuoso entre lo público y lo privado en aras al financiamiento de proyectos en el sector.  

Como se ha sabido por la prensa, un grupo de diputados de izquierda logró aprobar por 95 votos en la Sala una resolución (n°446 del 17 de junio) para pedirle al Presidente de la República que envié una modificación a la norma que popularmente recuerda al destacado político democratacristiano que la impulsó a comienzos de nuestra reconquistada democracia, don Gabriel Valdés Subercaseaux.

Aunque no es vinculante en las decisiones de la primera magistratura, específicamente se le ha pedido al Ejecutivo que genere un fondo común de donaciones con fines culturales administrado por una institución que no existe y que habría que crear de manera que "se garantice de mejor manera la cobertura y financiamiento de todos los proyectos e iniciativas culturales". 

Preocupa que tan sólo tres hayan sido los diputados que se opusieran a la iniciativa y que otros 33 de abstuvieran de votarla. Quisiera pensar que a los 95 que la votaron favorablemente les preocupa encontrar nuevos mecanismos de financiamiento de las artes y que, como ha ocurrido en el pasado, no estaban suficientemente atentos a las implicancias que una norma como la indicada podría tener sobre un sistema que ha sido muy virtuoso y que, aunque como toda obra humana es perfectible, de introducirle modificaciones, estas debieran ir en una dirección muy opuesta a la presentada por el diputado socialista Marcelo Diaz.

La insistencia de tramitar o promover leyes sin respaldo de evidencias concretas y basadas más que nada en percepciones y prejuicios personales de los representantes en el Congreso, es probablemente un factor más que se debe sumar a las causas del desprestigio de nuestro sector. El mecanismo que ha generado la ley en comento, no sólo ha permitido al país contar con un ingente recurso que se ha usado en una multiplicidad de iniciativas a lo largo del país, sino que ha venido a representar al menos el 10% de todo el dinero que el Estado aporta a la cultura y las artes. El régimen que existe es ya mixto, pues Estado y privado aportan lo suyo. Los fondos comunes de donaciones ha sido un fracaso en todas partes que se han implementado, siendo una causa directa de la disminución de los aportes privados.

¿Qué dice la indicación famosa?
El proyecto de Resolución 446 le solicita a S. E. el Presidente de la República el envío de un proyecto de ley al Congreso Nacional, con el objeto de establecer un fondo común de donaciones con fines culturales, modificando la actual ley. Su promotor fue el diputado socialista Marcelo Díaz Díaz, integrante del Comité de Cultura, y sus colegas Patricio Rosas Barrientos (Socialista); Carolina Marzán Pinto  (PPD, un partido tradicional de la izquierda chilena surgida al amparo de la lucha política contra Pinochet), Amaro Labra Sepúlveda (comunista); Alejandro Bernales Maldonado (liberal, que vota por la izquierda) y el ex artista y músico Florcita Alarcón Rojas (humanista, que también vota por la izquierda).

El diputado Díaz es doctor en Ciencias Políticas y Sociología con especialización en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid; Rosas es médico cirujano; Marzán es licenciada en Arte, mención Teatro, por la Universidad de Chile, y ha sido profesora universitaria; Labra es un músico reconocido, integrante del afamado grupo chileno Sol y Lluvia y, Alarcón, como hemos dicho es un destacado artista, famoso por sus excentricidades y por haber sido un férreo opositor al Régimen Militar chileno.

Iré comentando cada párrafo de la  resolución:




En efecto, la práctica de la contribución económica del sector privado al financiamiento de actividades culturales, comenzó a hacerse pública en Chile a contar de comienzos de la década de los noventa.  Aun cuando la actividad tomó cuerpo  con rasgos más definidos recién al momento de adquirir su consagración jurídica al aprobarse  la Ley de Donaciones Culturales en 1990.[1]El patrocinio cultural adquirió su consagración jurídica al aprobarse la Ley de Donaciones Culturales (LDC), conocida popularmente como "Ley Valdés", en homenaje al senador democratacristiano Gabriel Valdés Subercaseaux,  su principal impulsor.  La tradición chilena en materias de donaciones empero, no partió a comienzos de los noventa sino varias décadas antes.

Más allá de la presencia filantrópica de privados haciéndose cargo de lazaretos, escuelas y nosocomios en el siglo XIX - de las cuales hay una nutrida retahíla de ejemplos que huelga mencionar, fue en 1941 durante la administración de Pedro Aguirre Cerda, cuando se dieron los primeros pasos para constituir una norma en tal sentido. Ese año se había aprobado una ley que estableció exenciones tributarias para las donaciones efectuadas a la recién creada Corporación de Fomento a la Producción (CORFO), a través de la cual las empresas donatarias rebajan de su renta líquida el monto donado como gasto.  En 1965 una nueva legislación permitió exenciones tributarias a las donaciones para la reconstrucción de los daños que un terremoto había provocado a fines de marzo de ese año en la zona central del país. Ese mismo año se aprobó una ley que estableció nuevos gravámenes a las donaciones y las herencias.

El 24 de septiembre de 1973 la Junta Militar de Gobierno promulgó el Decreto Ley n°45 que entregó beneficios tributarios a empresas y particulares que realizaran donaciones al Estado "con el objeto de cooperar con la recuperación económica del país". Las mismas ventajas se hicieron extensivas a las donaciones realizadas el Comité Nacional de Navidad en virtud del Decreto Ley n°359 de 1974.

Cinco años más tarde, ya en 1979 el Decreto Ley n°3.063 permitió a las empresas y particulares que realizaran donaciones a establecimientos educacionales, centros de atención de menores y ancianos, y otros, descontar como gastos el monto de los aportes realizados.  En 1985, la Ley 18.482 modificó la norma anterior señalando que las instituciones beneficiarias debían ser instituciones sin fines de lucro, cuyo objeto fuera la creación, investigación o difusión de las artes y las ciencias, estableciendo un límite de 10% del valor total de la renta.  Se trata, al parecer, de la primera ley que rebaja impuestos –no como crédito fiscal sino como rebaja en el cálculo de la renta imponible-  a las empresas que hagan donaciones a las manifestaciones artísticas. Aun bajo un régimen militar, la Ley n°18.681 de 1987, estableció nuevas franquicias tributarias está vez como crédito fiscal, a las empresas y personas que realicen donaciones a Universidades e Institutos Profesionales estatales y particulares reconocidos por el Estado.

Con el objeto de favorecer al desarrollo cultural del país, en junio del año 1990 se aprobó y publicó en el Diario Oficial la Ley N° 18.985, de Reforma Tributaria, la cual en su artículo 8 consagra la Ley de Donaciones Culturales. Asimismo, el año 2001, se publicó la Ley N° 19.721, que introduce modificaciones a la normativa en cuestión.[2]

En 1990, la ley número 18.895, creada e impulsada por el senador Gabriel Valdés Subercaseaux, estimulaba la intervención privada, ya sea de empresas o personas, en el financiamiento de proyectos artísticos y culturales, entregando a los particulares la opción de decidir en que iniciativas invertir sus impuestos.

En esos casos, el Estado aportaba un 50 por ciento del financiamiento, al renunciar al cobro de ciertos tributos, y las empresas privadas o los particulares financiaban, de sus arcas, el otro 50 por ciento.
La Ley n°18.985 aprobada bajo el gobierno de Patricio Aylwin, no hizo sino concluir un proceso legislativo orientado al desarrollo de mecanismos legales que estimularan la intervención privada en el financiamiento de proyectos artísticos y culturales, y que se empinaba con casi cincuenta años de tradición.  Ese proceso, a la vista de las modificaciones que la norma ha sufrido en estas décadas, no se ha detenido.

El mecanismo legal en comento se consagró en la modificación al artículo 8° de la Reforma Tributaria. La desde allí conocida como "Ley Valdés" fue publicada en el Diario Oficial el 20 de junio de 1990. Luego, el 12 de febrero de 1991 se publicaron las operaciones que son posibles realizar a través de esta norma. Poco después el Servicio de Impuestos Internos (SII) publicó la Circular 33, donde se estableció el procedimiento para acreditar la donación para efectos tributarios. Consistía en que las empresas aportaban a través de donaciones que, acogiéndose a la Ley, les permitía deducir el 50% del aporte efectuado, lo que se traducía en que el Fisco aportaba ese 50% que era devuelto a la entidad privada, ya que renunciaba al cobro de esa parte del tributo. De esta forma, a través del aporte de ambas entidades (pública y privada) diversas instituciones consiguieron financiamiento para sus proyectos artísticos y culturales.

La Ley n°18.985 buscaba poner a disposición de la cultura nuevas fuentes de financiamiento para beneficiar a la más amplia gama de disciplinas, actividades, bienes y proyectos artístico-culturales. Para lograr lo anterior, la ley definió un procedimiento que estimulaba la intervención privada (empresas y personas) en el financiamiento de proyectos artísticos y culturales. Este cuerpo legal prescribió una nueva forma de financiar cultura, en el que el estado y el sector privado participan por igual en la calificación y financiamiento de los proyectos que se acogen a este beneficio. Los beneficiaros de esta ley podían ser las fundaciones culturales, corporaciones, bibliotecas públicas, universidades e institutos profesionales reconocidos por el Estado.


Los promotores de la iniciativa harían bien en tomar nota que en la actualidad, y sin considerar las donaciones con fines culturales, existen en nuestro país más de 20 disposiciones legales que permiten a las personas y empresas efectuar donaciones de todo tipo y obtener, a cambio, una rebaja tributaria. 

La idea es promover las donaciones por medio de incentivos como la rebaja del Impuesto de Primera Categoría, para las empresas, y de los impuestos de Segunda Categoría o Global Complementario, para los particulares. Así, mientras el contribuyente financia algún proyecto u organización con parte de sus recursos, el fisco coopera con esa entrega al devolverle impuestos o reduciendo su base imponible.

En términos generales, aunque las opiniones van siempre en el sentido de denunciar el complejo y enmarañado sistema tributario que el país dispone, no tengo antecedentes de estudios que se hayan hecho y que apunten a reconocer en el proceso de la formulación del proyecto a presentar, un obstáculo para la obtención de los mismos.  De hecho, suelo mencionar que las exigencias asumidas por el proceso han sido un aliciente positivo a la profesionalización de la gestión cultural local, toda vez que antes de la existencia de la Ley de Donaciones Culturales, pocos gestores se movían con soltura en términos de construir objetivos, definir acciones, delimitar audiencias, generar presupuestos y proponer fórmulas de evaluación de sus iniciativas.

Si entiendo bien lo los diputados han querido decir después de su análisis "critico" es que a ellos les dejaría más conforme un sistema de donaciones que garantizará (que tras el extenso y dificultoso proceso), los proyectos presentados recibieran efectivamente el aporte.  Les parece tal vez un escándalo haber sorteado todas esa maraña de formularios sólo para quedar en condiciones de recibir los aportes, y no recibirlos desde ya.  Es una estupenda idea que habría que copiar para beneficiar y nos injustos y solo remitiéndonos al sector, a quienes postulan al FONDART o a otros fondos concursables.  Porque no tramitamos también una ley que beneficie a todos aquellos que nos hemos roto el lomo llenando los formularios de FONDECYT y no nos hemos ganado los recursos porque un par de colegas no ha terminado de ponderar nuestros esfuerzos. Así bajo el principio de que "el que postula gana" tendríamos mucho más cultura, y proyectos de investigación. Qué buena idea, porqué no se nos ocurrió antes. 


En efecto, aquí los legisladores no hacen sino confirmar lo que dice la norma. Pero vale la pena ahondar un poco más en esta idea.El Comité de Donaciones Culturales es el órgano encargado de conocer y evaluar los proyectos culturales presentados por los beneficiarios de la ley de donaciones con fines culturales. Éste puede aprobar, aprobar con condiciones o rechazar un proyecto. La aprobación con condiciones se aplica en aquellos casos en que el Comité tiene observaciones sobre algún ítem del proyecto evaluado, ya sea sobre la retribución cultural, sobre la falta de algún documento u otro caso, solicitándose al beneficiario que corrija ese ítem para la aprobación definitiva del proyecto y obtención del Certificado de Aprobación.

La idea de un Comité Calificador autónomo, no compuesto sólo por funcionarios públicos surgió de la breve discusión en la Cámara que siguió a la presentación inicial hecha por don Gabriel Valdés en 1990.

Además, supervisa la ejecución de los proyectos aprobados, solicitando a los beneficiarios cada año, antes del 31 de Diciembre, un informe con el estado de las fuentes y uso detallado de los recursos recibidos en cada proyecto.

El Comité se encarga también de divulgar y promover entre los donantes aquellos proyectos culturales aprobados vigentes, a través del Banco de Proyectos Aprobados publicado en este sitio.

El Comité está integrado por:

El Ministro de las Culturas y las Artes (o su representante) quien lo preside.
Representante del Ministro de Hacienda
Representante del Senado designado por los dos tercios de los senadores en ejercicio.
Representante de la Cámara de Diputados designado por los dos tercios de los diputados en ejercicio.
Representante de la Confederación de la Producción y del Comercio.
Dos representantes de las organizaciones culturales, artísticas, de urbanismo o arquitectura y patrimoniales
Un galardonado con el Premio Nacional de Artes Plásticas, de Artes Musicales, de Artes de la Representación o de Literatura.

La Secretaría Ejecutiva de Donaciones Culturales, cuya misión es coordinar el sistema de donaciones culturales regulado por la Ley N° 20.675 y administrar el portal electrónico (Plataforma) u otro medio idóneo, consagrado en el Reglamento de la Ley, para que todos los actores accedan al sistema de donaciones culturales.Sus funciones son:

a)    Prestar apoyo jurídico y administrativo al Comité Calificador de Donaciones Privadas contemplado en la Ley N° 20.675, y a cada uno de sus miembros, en el ejercicio de sus funciones e informar al mismo acerca de los proyectos que se presenten en el marco de esta Ley, así como en caso de incumplimiento de algún proyecto ya aprobado, en sujeción al inciso cuarto del artículo 12 de la Ley.

b)    Remitir al Comité los antecedentes sobre los informes y estados de avance de ejecución de los proyectos y todos los antecedentes que sobre esta materia deban presentarse al Servicio de Impuestos Internos.

c)    Brindar orientación a los potenciales presentadores de proyectos a ser beneficiados por las franquicias tributarias contempladas en la Ley N° 20.675

d)    Prestar apoyo servicios públicos tales como el Consejo de Monumentos Nacionales y el Servicio de Impuestos Internos, en lo relativo a la aplicación de dicha ley

e)    Proponer y ejecutar estrategias de difusión regional acerca de los beneficios establecidos por la Ley N° 20.675 y el procedimiento para acceder a ellos.

f)     Realizar capacitaciones y talleres informativos a lo largo del país acerca de la Ley N° 20.675 y demás leyes relacionadas, tales como la Ley N° 19.889, la Ley N° 19.039, la Ley N° 17.336 y la Ley N° 20.393.


El Comité se reúne periódicamente para revisar y evaluar los proyectos culturales presentados a la Secretaría Ejecutiva, contando con un plazo de 60 días hábiles para pronunciarse sobre los proyectos.
Durante las sesiones se revisan los proyectos y cada integrante vota y en caso de empate, el Presidente tiene voto dirimente. Los proyectos son aprobados, evaluados con condiciones o rechazados, lo que se publica por acta y se notifica a los postulantes



Suelo explicar a mis alumnos en en mis clases de Financiamiento de la Cultura que antes de buscar fundraising, hay que hacer friendraising.  Una observación atenta del medio cultural chileno hace recomendable, no presentar al Comité de Donaciones proyectos  que no vengan ya con un compromiso de patrocinio asumido por una empresa/persona donante.  Pero claro, a los promotores de esta idea parece que les mueve el evitar el rechazo y la perdida de tiempo de los gestores.

Es precisamente en ese conocimiento previo entre donante / donatario donde se juega lo sustantivo de las prácticas de mecenazgo cultural.  Difícilmente se va a aportar a un proyecto que el donante no ha podido ver su génesis desde las primeras formulaciones del mismo. No comprender esto es seguir creyendo que la "donación" amparada por la norma es un "regalo".  Se trata de algo muy distinto a una dádiva generosa y desprendida, por cierto. 

Como lo recordó el editorialista de El Mercurio que escribió el 10 de julio pasado, parece que los autores de la resolución y quienes la apoyaron con su voto no comprenden que quienes hacen una donación "lo hacen motivados por alguna iniciativa cultural en particular que para ellos resulta atractiva tanto por sus contenidos, como por la capacidades de quienes están encargadas de llevarlas a cabo".  No hacen donaciones "a las artes" o la "cultura", así en genérico, lo hacen a una determinada forma de arte, a una específica manifestación de la cultura.




No he tenido conocimiento de reportes o investigaciones especificas que hayan explorado la desafección de los postulantes que no han podido conseguir financiamiento bajo el amparo de la Ley de Donaciones Culturales. Tampoco abundan los datos sobre esas aspiraciones truncadas que no se han podido concretar por que su elegibilidad no ha estado a la altura de las expectativas de sus promotores. 

Es interesante acotar que al tenor del relato que va construyendo la resolución n°446 se va configurando la imagen de un sujeto receptor que recorre a empresas donantes pidiendo fondos para su proyecto. Un artista "pobre" que queda a merced de las "poderosas" empresas que intentan manipular su arte en su beneficio.

En su primera versión, las donaciones sólo podían destinarse a proyectos aprobados previamente por el Comité Calificador de Donaciones Culturales Privadas, un organismo ad-hoc creado por la norma e integrado por el Ministro de Educación, el presidente del Senado, el presidente de la Cámara de Diputados y el presidente de la Confederación Nacional de la Producción y del Comercio y un representante del Consejo de Rectores. Desde 1994 a la fecha, el incremento de las donaciones culturales de la empresa privada ha sido sostenido. En cifras exactas los centros culturales recibieron del mundo  empresarial durante 1997 por ejemplo, alrededor de $ 7 mil 491 millones, duplicando los $ 3 mil 696  millones de 1995. Una investigación realizada por Amigos del Arte evidenció que entre 1993 y 1997, los aportes aumentaron en un 103%.

Quienes principalmente reciben las donaciones son instituciones culturales, no artistas individuales. La versión actualmente vigente de la ley contempla como nuevos beneficiarios a los propietarios de inmuebles declarados Monumento Nacional o situados en Zonas Típicas según la ley general de Urbanismo y Construcciones; la DIBAM y a los Organizaciones de interés público reguladas por la Ley N°20.500 cuyo objeto sea la investigación, desarrollo y difusión de la cultura y el arte. Éstos se suman a los beneficiarios ya existentes: Universidades e Institutos Profesionales Estatales y Particulares; Bibliotecas abiertas al público en general; Corporaciones, Fundaciones o Entidades sin fines de lucro; Organizaciones comunitarias funcionales constituidas de acuerdo a la ley N°19.418 (Juntas de Vecinos y demás organizaciones comunitarias); Museos estatales y municipales; Museos privados que estén abiertos al público en general que sean de propiedad y estén administrados por entidades o personas jurídicas sin fines de lucro y el Consejo de Monumentos Nacionales. Éstos presentan proyectos culturales al Comité de Donaciones Culturales quien evalúa las iniciativas. Si el proyecto es aprobado, el beneficiario recibirá un Certificado de Aprobación de dicho proyecto, el que certifica que está acogido a la ley de donaciones con fines culturales y por lo tanto, las donaciones que reciba obtendrán el beneficio tributario.

El Informe Final del "Estudio de Evaluación de la Ley de Donaciones con Fines Culturales, para el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes", preparado por ASIDES para el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes en  Diciembre de 2017, señala que diagnósticos realizados en Chile y el mundo, arrojan interesantes hallazgos respecto a la contribución que las empresas realizan a la cultura y las artes desde la óptica de la RSE:

• El rubro que mayormente aporta al financiamiento de la cultura corresponden a la banca - que tanto en Chile como en otros países ha tenido un rol histórico en este ámbito - seguido por el de la construcción e industria y el de energía y minería.

• Las principales motivaciones para invertir en cultura y artes dicen relación con la reputación y posicionamiento que las empresas pueden adquirir. Por tanto, más allá de los beneficios tributarios que puedan obtener las empresas, estas acciones permiten mejorar la percepción que poseen los consumidores, contribuyendo a crear una imagen positiva e incluso aumentando la lealtad de los clientes (Fernández, 2012; Morales y Quinteros, 2006).


• En concordancia con lo anterior, junto con criterios de calidad, las empresas evalúan los proyectos artísticos a financiar en función de indicadores como la visibilidad, el alcance y la cobertura de prensa que éstos pueden tener, de modo de justificar las inversiones en el ámbito desde la lógica empresarial. Así, poder evidenciar los beneficios resulta fundamental. 



Sería interesante que los diputados pudieran aportar argumentos para sostener que la cultura, en sus diversas expresiones, no llega a toda la población. Esos argumentos podrían ilustrarnos entonces acerca del interés por sacar adelante el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, crear fondos sectoriales e incrementar año a año el gasto público en el sector.  

A parte de lo demagógica que resulta la sola idea que una " cultura" que emana como desde una fuente bañando a la población, pareciera que la misma desconoce el inmenso avance que se ha tenido en aumento del consumo cultural entre los chilenos, la creación de nuevos espacios e infraestructuras para las artes y la promoción de la creación de los chilenos en el exterior.  Pero, ello no basta.  En vez de procurar formas más ingeniosas de financiamiento de la cultura o, en último caso, abogar por el aumento de los fondos públicos e incrementar las asignaciones directas que ya existen para algunas instituciones culturales, los diputados coinciden en que lo más oportuno, lo más sensato y lo más adecuado es meter la mano en los recursos que los privados libremente aportan (a proyectos que han sido visados por la institucionalidad cultural vigente).



Trazas de esa idea de un "fondo común" donde se depositan las donaciones de los privados aparecen en algunas legislaciones de países cercanos. No obstante, la ausencia de evaluaciones independientes hacen imposible estimar cuál ha sido su efecto global sobre la contribución de los privados a la cultura.  Para nuestros diputados el mejor lugar para radicar ese Fondo sería el mismo Ministerio de las Culturas o, estiman, habría que crear otro "ente" autónomo calificado para esa misión. 



En efecto, frente a la inviabilidad de lograr que se aprueba una norma de esta naturaleza, algo que los propios diputados reconocer, queda abierta entonces la pregunta de qué es lo que están promoviendo en particular?, qué es lo que buscan con una propuesta semejante?

Asumimos por cierto que existen críticas que se pueden hacer al sistema de las donaciones.  Si en un sentido lato extendiéramos el concepto de patrocinio a toda forma de provisión de fondos  provenientes del sector privado para el desarrollo de actividades de interés general  (sin entrar por ahora en la debida precisión del objetivo publicitario inherente al mismo) podríamos constatar que asistimos en esta  última década  a una verdadera explosión del mismo, razón más que suficiente para acometer su estudio desde el plano teórico y práctico.  Pues, en efecto, estas normas han producido una adicionalidad de recursos en los sectores correspondientes, al poder disponer de fondos de fuentes no estatales.

Se postula que al ver descongestionada la presión por proveer de fondos a actividades de interés general, el Estado puede redireccionar sus recursos a sectores más deficitarios y requeridos de una atención inmediata, al tiempo que se avanza en la impregnación del sistema impositivo de una concepción más moderna de democracia tributaria .

No obstante, el sistema de estímulos  tributarios a las donaciones con  fines especiales no está exento de críticas. Estas suelen concentrarse en los alegatos de distinto corte y naturaleza :
a)         Crítica por Exclusión Artística. Los donantes tienden a apoyar las artes y las organizaciones que a ellos les gustan de modo personal o con las que se sienten más cómodos y, en algunos casos, sostienen a las que, de acuerdo a su opinión, consideran que les darán más prestigio  .
b)         Crítica por Eficacia. Las donaciones recibidas, aunque importantes, no alcanzan a cubrir verdaderamente la demanda de las Instituciones Privadas Sin Fines de Lucro (IPSFL), que ven, no sin temor, que el Estado les restrinja sus subsidios y las obligue a captar fondos del sector privado  .
c)         Crítica por Eventuales Receptores. Las donaciones no aumentan pues existe confusión entre los donantes sobre el verdadero sentido filantrópico que tiene esta práctica y el que ostentan algunos donatarios eventuales.
d) Crítica Ideológica. Las donaciones con fines especiales realizadas por el sector privado  han hecho al Estado abandonar algunos de sus papeles históricos, con la consiguiente pérdida para toda la comunidad, al dejar a la cultura, por ejemplo, en manos del empresariado.



Hay una mezcla de algunas de estas críticas en la Resolución 446.  Es posible que se este preparando el terreno  para la instalación de un nuevo issue en lucha por la recuperación de la hegemonía en el relato sobre la cultura y su relación con la sociedad y el Estado chileno.

En todo caso, un análisis  más profundo de estas críticas y de en general las características que ha ido asumiendo el funcionamiento del sistema de donaciones con fines especiales, ha de partir necesariamente del reconocimiento de que se trata de un tema poco conocido y  estudiado. 


















[1] Cfr. http://www.cultura.gob.cl/ta/organigrama_CNCA/SE-DonacionesCulturales.htm
















[1] Olivares, E. (2011, 16 de agosto de 2011). Cómo funcionan las principales leyes de donaciones en Chile, Crónica. El Mercurio.





[1] Antoine, C. (2003). La Ley Valdés y el aporte privado a la cultura. Patrocinio y donaciones con fines culturales. Santiago, Chile: RIL Editores.
[2] Morales Maldonado, H. H., & Quinteros Pérez, P. A. (2006). La Ley de Donaciones Culturales. Motivaciones de las empresas que aportan. (Ingeniero Comercial con mención en Administración tesis), Universidad de Chile, Santiago. Retrieved from http://www.cybertesis.cl/tesis/uchile/2006/morales_h/html/index-frames.html








Que dijo su impulsor a El Mercurio




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El Nacionalismo En El Siglo XIX (II): Movimientos Nacionalistas Y Nuevos Estados.


En la segunda mitad del siglo XIX estaban de moda los mapas satíricos como éste. Bajo el título "Angling in Troubled Waters" (Pesca en aguas turbulentas) mostraba la complejidad política de la Europa de 1899. Fuente: Pinterest.


Esta entrada sería la segunda parte de nuestra aportación al análisis del nacionalismo decimonónico. En la primera parte, El nacionalismo en el siglo XIX (I), analizamos las bases y el contexto general del nacionalismo decimonónico, así como el concepto y tipos de nacionalismos. En esta segunda parte, nos sumergiremos en las sucesivas oleadas revolucionarias de carácter liberal y nacionalistas que sobresaltaron la Europa de la primera mitad del siglo XIX, dando lugar al nacimiento de nuevos estados nacionales como Grecia o Bélgica, para abordar después los procesos nacionalistas de la segunda mitad del siglo XIX, que dieron lugar a las unificaciones de Italia y Alemania y el surgimiento a finales del siglo de nuevos estados en los Balcanes. Finalizamos como un breve análisis del nacimiento en la España de la época de los primeros movimientos nacionalistas, en especial en Cataluña y Euskadi.

La oleada revolucionaria de 1820 y la independencia de Grecia

Entre 1820 y 1825 se inicia una oleada revolucionaria liberal que se extendió especialmente por el área mediterránea, afectando a Portugal y a algunos estados italianos. En España triunfa el pronunciamiento militar de Riego, que conduce al llamado "Trienio Liberal" (1820-23) y supone la puesta en vigor de nuevo de la constitución de 1812. En Grecia, sin embargo, esta oleada cobra forma de reacción nacionalista frente a la dominación del Imperio turco.
El nacionalismo griego surge a finales del XVIII, estimulado por una Rusia que comparte con los helenos la religión cristiano-ortodoxa y cuyo principal objetivo era desgastar el poderío turco en los Balcanes. De hecho, al frente del levantamiento independentista en sus inicios estaría la organización secreta  Philiké Hetairía, creada por comerciantes griegos en la ciudad rusa de Odessa en 1814.
Lord Bayron con indumentaria albanesa. Retrato
de Thomas Phillips (1835). F.: nationalgeographic
En 1820, el Pachá o gobernador de Ioanina (al norte de Grecia) se subleva. Un año después, la rebelión se extiende por el Peloponeso, donde los campesinos tienen hambre de tierras, pues éstas estaban muy mal distribuidas (la minoría turca poseía gran cantidad de propiedades). Los comerciantes urbanos se unirían pronto al movimiento, que contaría, además, con el apoyo de los griegos emigrados a otros países europeos. De hecho, la revolución griega no se entiende sin el movimiento internacional que se generó en su favor. El romanticismo europeo ensalzó el legado clásico de Grecia como el germen de Europa y las simpatías hacia la causa griega se extendieron por todo el continente, se reunieron fondos y se crearon asociaciones para apoyar a los insurrectos, muchos aristócratas e intelectuales helenófilos, como el poeta inglés Lord Byron o el historiador escocés Thomas Gordon, combatieron en Grecia junto a los rebeldes. Las simpatías hacia la revolución se vieron favorecidas por las atrocidades turcas, convertidas en Europa en un símbolo de la crueldad oriental frente a la civilización occidental. El brutal asesinato de Gregorio V, patriarca griego de Constantinopla, ahorcado el Domingo de Pascua de 1821, enfureció a griegos y rusos y provocó enormes protestas en toda Europa. A pesar de todo, las potencias occidentales, Francia y Gran Bretaña, recelaban de la insurrección por la creciente influencia rusa en la zona.
En 1921, el líder de la Philiké Hetairía, Alexandros Ipsilantis, penetra en el Imperio turco desde Rusia a través de la Moldavia rumana, pero es derrotado. Sin embargo, la insurrección se extiende por el Peloponeso griego y en enero de 1822, los rebeldes se reúnen en Asamblea Nacional en Epidauro, proclamando la independencia y aprobando una constitución. Alexandros Mavrokordatos se convierte en el primer presidente, pero sin el poder efectivo y real. Las divisiones internas y los enfrentamientos entre griegos marcaron en todo momento la guerra de la independencia y debilitaron el movimiento independentista: enfrentamientos entre distintos grupos sociales con intereses encontrados (navieros, comerciantes, notables, jornaleros) y también entre las islas y los territorios continentales. Las debilidades del movimiento independentista se vieron acentuadas con la intervención en favor del sultán Mahmud II de su vasallo más poderoso, el Pachá de Egipto.
 Óleo de T. Vryzakis (1853) sobre el asedio de Missolonghi en 1826. Los griegos se luchan
  para sacar de la ciudad a mujeres y niños. F.: historia.nationalgeographic.com
Las potencias europeas esperaban que la rebelión fracasase, pero al persistir, se vieron obligadas a actuar, forzadas por la presión de sus respectivas opiniones públicas, el recelo ante la intervención egipcia y la defensa de sus intereses políticos y comerciales (los ingleses controlaban las islas jónicas). Británicos y rusos aproximan sus posturas y las potencias deciden intervenir militarmente en la zona: el 20 de octubre de 1827 las flotas francesa, inglesa y rusa derrotan a los turcos en Navarino. Posteriormente, los franceses desembarcan en el Peloponeso y en 1828 los ejércitos rusos penetran en el Imperio turco a través del Danubio. En septiembre de 1929, el Tratado de Adrianápolis sella la paz y supone la aceptación de la independencia de Grecia y el libre tránsito por los estrechos de Bósforo y Dardanelos. Pero las potencias europeas, en el Protocolo de Londres de 1830, limitaron el territorio de la nueva nación griega al Peloponeso, la región de de Atenas y las islas Cícladas, mucho menos de lo esperado por los griegos, imponiendo además una monarquía bajo su control y protección.
Fuente: elaboración propia

La oleada revolucionaria de 1830 y la independencia de Bélgica

La oleada revolucionaria de 1830 nace en Francia y se extiende a Bélgica, Polonia y otros territorios europeos, en los que tendrá un claro carácter nacionalista. En Francia, la revolución supuso el triunfo de la monarquía constitucional de Luis Felipe de Orleans frente a las tendencias autoritarias de Carlos X. La revolución se extiende pronto hacia la vecina Bélgica, mezclando la ideología liberal con las aspiraciones nacionalista. Bélgica pertenecía a los Países Bajos, pero tenía una religión diferente (frente al calvinismo de los holandeses, los belgas eran católicos), gozaban de mayor desarrollo industrial e incluso tenía una lengua diferente -en la región de Valonia, al sur y este del país se hablaba francés, que era además el idioma de la élite de Flandes, la zona de habla neerlandesa o flamenca-. El estado era unitario y Bélgica no disfrutaba de autonomía alguna. Las instituciones de gobierno estaban en Holanda y aunque Bélgica poseía más población, los belgas tenían el mismo número de diputados en el parlamento y el gobierno estaba compuesto mayoritariamente por holandeses.
Fuente: elaboración propia.

La revolución nacional estalla en Bruselas el 25 de agosto. Bajo el estímulo de la revolución de París, los rebeldes exigen la autonomía. El rey Guillermo I de los Países Bajos envía a finales de septiembre un ejército a Bruselas para acabar con la insurrección, lo que desencadena un auténtico levantamiento nacional. El ejército holandés es derrotado. Las tropas holandesas abandonan las principales ciudades belgas y el 4 de octubre un gobierno provisional declara la independencia.
La situación se internacionaliza y Francia respalda al nuevo país, con la intención final de anexionárselo, mientras los ingleses miran cada vez con más simpatías al movimiento revolucionario belga. Los holandeses tenían esperanzas de contar con el apoyo de Rusia y Prusia, garantes de las fronteras definidas en el Congreso de Viena, que sin embargo, nunca se llegó a a formalizar del todo. Finalmente, la Conferencia de Londres de 1830 reconocía la independencia de Bélgica, con la condición de ser un estado neutral perpetuamente, la exclusión de su territorio de Luxemburgo y de parte de Limburgo y el compromiso de pagar la mitad de la deuda de los Países Bajos. Tras unas elecciones se reúne un Congreso Nacional en Bruselas en noviembre y se elige a Leopoldo de Sajonia-Coburgo como rey. Se crea una constitución liberal avanzada (soberanía nacional, amplia declaración de derechos, separación de Iglesia-estado, separación de poderes).
Todavía queda tiempo para un último capítulo bélico: en agosto de 1831, el ejército holandés invade Bélgica, aunque la rápida intervención militar francesa le obligó pronto a retirarse. Al contrario de lo esperado, Rusia no acudió en ayuda de los Países Bajos, ocupada como estaba en acabar con el levantamiento nacional polaco.
La inquietud nacionalista se extendió también a otras zonas como Polonia, Italia o Alemania, donde estallan movimientos liberales y nacionales que terminaron fracasando. Aprovechando que la atención de Rusia estaba centrada en Bélgica, los polacos inician un levantamiento nacionalista que en noviembre de 1830 conduce a la creación de un gobierno provisional en Varsovia, presidido por el general Chlopicki. Fue conocido como la Revolución de los Cadetes.
La reacción autoritaria del zar ruso Nicolás I lleva a la Dieta polaca a proclamar la independencia. En septiembre de 1831, Varsovia cae en manos rusas, se suprime la Dieta y se inicia una durísima represión que conduce al exilio de miles de polacos hacia Francia y los estados alemanes.
En Italia el rechazo a la presencia de los austriacos en el norte y a la pervivencia del poder temporal del Papa en el centro, empujaba la lucha de los nacionalistas italianos, estimulados por la sociedad secretas de los carbonarios. Las revoluciones triunfan en Parma y Módena, cuyos soberanos son expulsados, pero el ejército austriaco interviene y los repone. Los reinos absolutistas se refuerzan, aunque el nacionalismo pervive en el romanticismo reinante que ensalza el glorioso pasado históricos italiano, en las obras de Manzoni o Leopardi o en la actividad de la sociedad de la "Joven Italia".
En Alemania se recibe con afecto a los refugiados de Polonia. En algunos estados alemanes se producen levantamientos nacionalistas y se proclaman constituciones, es el caso de Brunswick, Hannover, Sajonia o Hesse-Kassel. En 1832 se celebró el Festival de Hambach, que se convirtió en un acto de reivindicación liberal y nacionalista en el que participaron exiliados polacos. Imitando a las banderas tricolores italiana o francesa, los participantes diseñaron una bandera alemana con los actuales colores (negro, rojo y amarillo). Sin embargo, la represión de los monarcas y la acción decidida de las grandes potencias germanas como Prusia y Austria frustrará las aspiraciones liberales y nacionales. El único paso hacia la formación de un estado unido será la creación del Zollverein, unión aduanera de los estados alemanes, puesto en marcha en 1834 y al que se fueron uniendo en los años posteriores casi todos los estados germanos menos Austria.

Festival de Hambach. Los participantes utilizan por primera vez los colores de la bandera actual de Alemania, que aparecen aquí con los colores intercambiados. Litografía de Chr. Heineld (1832).  Fuente: Stadtmuseum Neustadt an der Weinstrasse







El nacionalismo en la oleada revolucionaria de 1848

El triunfo a finales de febrero de 1848 de la revolución en Francia, supuso el final de la monarquía de Luis Felipe de Orleans, proclamándose la Segunda República Francesa, con un alto componente democrático y social.
Barricadas en la Calle Saint-Maur en París el día 25 de junio de 1848. Fuente: archivoshistoria.com





Litografía publicada en 1861, que muestra la proclamación de la República
Romana en la Piazza del Popolo.  Fuente: commons.wikimedia.org
Influida por los acontecimientos de Francia, en Europa se desarrolla la que se llamó "la primavera de los pueblos" en la que se combinan las ideas liberales y democráticas con las aspiraciones nacionales. En Italia, estallan insurrecciones liberales en el sur, en Nápoles y Sicilia, pero la fuerza decisiva es la reacción en el norte ante la ocupación austriaca: levantamiento en Toscana o Módena, alzamiento de Milán, proclamación de la República de San Marco en Venecia. Entre 1848 y 1849 se proclama la República Romana en los Estados Pontificios y el Papa Pío IX tiene que huir. La reacción de Francia y Austria acabó con todas estas revueltas.
En Austria la revuelta de marzo provoca la caída de Metternich, símbolo de la Europa de la Restauración y el emperador Fernando acepta una asamblea constituyente. Los húngaros y checos piden su propia asamblea. El emperador decide intervenir, pero los obreros y liberales de Viena se oponen. El ejército austriaco interviene y ocupa Viena, reprimiendo con dureza el movimiento nacionalista checo y húngaro.
Barricada en Viena, 26 de mayo de 1848. Fuente: siquescurioso.wordpress.com

El movimiento insurreccional de 1848 llegó con fuerza a Alemania, mezclando el alzamiento nacionalista con la revolución liberal. La llamada Confederación Germánica, que englobaba a lo que después se convirtió en Alemania, estaba fragmentada en 38 estados. El Imperio austriaco, que contenía también pueblos no germánicos como húngaros, checos o rumanos era el estado hegemónico, existiendo también varios reinos como Baviera, Sajonia, Würtemberg, Hannover y sobre todo Prusia, el más importante, junto a Austria. A ellos habría que añadir 29 grandes ducados y principados, además de varias ciudades libres como Franckfurt y Hamburgo. Todos los estados de la Confederación asistían a una Dieta presidida y dominada por Austria, por otro lado, la gran enemiga de la unidad política. Austria tampoco se había integrado en el Zollverein, la unión aduanera surgida en 1834 y que tanto había favorecido la cohesión económica y política de los estados alemanes.
Los movimientos revolucionarios fueron más fuertes en los estados occidentales, por su mayor desarrollo económico y por la cercanía al principal foco revolucionario, Francia. Los estados más fuertes como Sajonia, Baviera o Prusia resistían mejor los embates revolucionarios, que sin embargo, terminaron por hacerlos tambalear también. Igual que en Francia, la crisis económica se convierte en un detonador de las revoluciones. Con las llamadas "jornadas de marzo" de 1848 se inicia la revolución. Se producen primero revueltas campesinas, después revueltas urbanas que piden el establecimiento de libertades y asambleas liberales.
En Prusia la revuelta obrera y estudiantil en Berlín obliga a Federico Guillermo IV a hacer concesiones a los liberales. A partir de mayo de 1848, se reúne una Asamblea en Frankfurt en el que se hayan representados todos los estados alemanes. Pronto se harán evidentes las diferencias entre los sectores defensores de una monarquía liberal moderada, los demócratas de carácter republicano y los defensores de las ideas socialistas. Tampoco hay unanimidad en lo referido a las fronteras del estado unitario, algunos apuestan por una Gran Alemania, articulada a partir de Austria y que incluiría todos los territorios poblados de la Confederación Germánica, otros, por el contrario, optan por una Alemania más reducida conformada en torno a Prusia. El parlamento de Frankfurt llegó a promulgar una constitución liberal y monárquica en 1849, ofreciendo la corona imperial a Guillermo IV, que la rechazó. La constitución no llegó a ser aceptada por los monarcas, reticentes a renunciar a sus poderes. Finalmente, la reacción conjunta de los soberanos absolutistas, especialmente de Prusia, condujo al fracaso de las aspiraciones y movimientos insurreccionales, así como a la supresión de las asambleas y libertades conquistadas.

Litografía del parlamento de Frankfurt en la iglesia de San Pablo (1849). Philipp Veit. F.: archivoshistoria.com





Las unificaciones de Italia y Alemania

a) Rasgos comunes de ambas unificaciones
- La ocupación francesa durante la época napoleónica extendió las ideas de la Revolución Francesa y despertó los sentimientos nacionales frente a la ocupación extranjera. Intelectuales nacionalistas canalizaran dichos sentimientos, Herder o Fichte entre los alemanes o Mazzini y Gioberti entre los italianos. Ambos movimientos se verán influidos por el romanticismo y surgirán movimientos políticos y sociedades secretas como la Joven Italia o la Joven Alemania, inspiradas por los intelectuales.
- Ambas se desarrollan en la segunda mitad del siglo XIX, entre 1859 y 1870 y surgen en medio de guerras frente a otras potencias que se oponen a la unificación (Francia y Austria).
- Hay un reino más fuerte que actúa como unificador y del que parte la iniciativa militar y política (Prusia en el caso de Alemania y Piamonte en el caso de Italia). El rey Víctor Manuel II de Piamonte y Guillermo I de Prusia encabezaron el proceso de unificación, con el respaldo de la burguesía y el ejército y bajo la dirección de los jefes de gobierno de dichos estados, auténticos artífices de la unificación: Cavour en Italia y Bismarck en Alemania.
- Ambos estados se configurarán como monarquías constitucionales. En ambos casos la unidad favorecerá el despegue industrial y económico, estimulado por la existencia de un gran mercado nacional.

b) La unificación italiana
Víctor Manuel II. F.: Biografíasyvidas.com
En la base del nacionalismo italiano convergían varios intereses: por un lado, los intereses crecientes de la emergente burguesía industrial y comercial del norte, consciente de la necesidad de un mercado nacional grande que permitiera la creación de una extensa red de ferrocarril y la expansión económica en plena revolución industrial. Por otro lado, la creación de una conciencia nacional a partir de la intensa labor de intelectuales que ensalzan la idea de la patria italiana, es el caso de los escritores románticos Leopardi o Manzoni, que defienden la unidad, o de Gioberti, defensor de la unificación de los italianos en torno al Papa (opción defendida por los neogüelfos). Por último, la acción política de la monarquía piamontesa, la casa de Saboya, y especialmente del conde Cavour, primer ministro del Piamonte, que representa la vertiente monárquica y conservadora de la unificación, y frente a ella, la opción republicana y progresista simbolizada en revolucionarios como Garibaldi o Mazzini, defensores de una unificación en forma de república democrática.
Camillo Benso, conde de Cavour (izquierda) y  Giuseppe Mazzini (derecha). F.: Wikipedia.org

La unificación se desarrolla en la década de 1860 y la iniciativa procede del estado más rico y desarrollado, el Piamonte. La unificación se alcanzó en tres fases:
Giuseppe Garibaldi. F.: nationalgeographic
- Entre 1859 y 1860 el reino de Piamonte, bajo el reinado de Víctor Manuel II y el gobierno de Cavour, se alía con la Francia de Napoleón III para expulsar a los austriacos del norte de Italia y los derrota en las batallas de Magenta y Solferino (1859), lo que le permite anexionarse Lombardía. Sin embargo, las reticencias de Francia, que pacta con Austria, impide a los piamonteses tomar Venecia. En los ducados de Parma, Módena y Toscana se realizan varios plebiscitos que llevan a su incorporación al Piamonte. Se crea entonces un Parlamento italiano que representa a todos los territorios dominados por Víctor Manuel II.
- Entre 1860 y 1865, y tras la expedición de los "camisas rojas" de Garibaldi, que se apoderan de Napoles y Sicilia (1860), todo el sur de Italia se unió al Piamonte. Ese año las regiones de Las Marcas y Umbría, pertenecientes a los Estados Pontificios, se incorporan también al nuevo estado. En 1861 Víctor Manuel II era proclamado rey de Italia por un parlamento italiano reunido en Turín.
La batalla de Calatafemi fue la primera tras el desembarco de los "camisas rojas" en Sicilia.
Fuente: bolledicultura.wordpress.com
Pìo IX, firme enemigo de una Italia unida. Retrato de
 George Peter Healy Alexander de 1871. Wikipedia.org
- En 1866 y 1870 se culmina el proceso de independencia. Cuando estalla la guerra en 1866 entre Prusia y Austria, en plena unificación alemana, los italianos aprovechan para atacar a Austria desde el sur. Aunque son derrotados, el triunfo prusiano obliga a Austria a entregar Venecia al nuevo reino de Italia. Solo la Roma del Papa Pío IX, hostil hasta el final al nuevo estado italiano, no estaba integrada en el nuevo reino, gracias a la protección de Francia. Sin embargo, el estallido de la guerra entre Francia y Prusia y la derrota francesa en 1870, abrió el camino a la anexión de Roma, que se convertiría en la capital del nuevo estado. El Papa y la Iglesia católica no aceptó la anexión, lo que no se resolvió hasta 1929, con los acuerdos de Letrán, que supusieron la creación del Estado de la Santa Sede (Vaticano) en el centro de Roma.
Surgía una nueva potencia europea, organizada como una monarquía constitucional, cuya economía creció con fuerza en las décadas siguientes (eliminación de aduanas, códigos de leyes uniformes, moneda única) pero con grandes desequilibrios territoriales y económicos que aún persisten. En las siguientes décadas, el desarrollo industrial se centró en el norte del país, mientras el sur quedaba como una zona agraria y pobre. La unificación no permitió soldar económicamente las dos Italias.

Fuente: elaboración propia.
c) La unificación alemana
Como ya hemos comentado, la Confederación germánica estaba a principios del siglo XIX formada por 38 estados, con cuatro reinos importantes (Baviera, Würtemberg, Hannover y Sajonia) y dos potencias de nivel europeo, Austria y Prusia. Existía una asamblea o Dieta federal, presidida por el emperador austriaco. A lo largo de la primera mitad del siglo XIX, la rivalidad entre Austria y Prusia fue aumentando con rapidez. Prusia quería monopolizar una posible unión, Austria frenarla para poder mantener su imperio multinacional (el Imperio austro-húngaro).


Las raíces económicas de la unificación fueron indiscutibles. El Zollverein, constituido en 1834, había traído ventajas económicas para todos, el crecimiento económico en las décadas posteriores resultó intenso, la burguesía comprobó pronto sus beneficios, la población aumentó y la industrialización de regiones como el Ruhr fue intensa. El desarrollo de la red de ferrocarriles por encima de las fronteras estatales contribuyó también a la unificación.
Los intelectuales románticos enarbolaron durante la primera mitad del siglo la bandera de la unidad, demostrando su fuerza en los acontecimientos de 1848. Poetas como Heine o historiadores como Ranke o Droysen hablaban de la unidad de Alemania. Las universidades eran un foco de nacionalismo y surgían periódicos como el Deutsche Zeitung que se dirigían a toda Alemania. Mientras, la discusión se centraba en la forma que debía adoptar la ansiada unidad, los conservadores preferían una confederación que respetara los derechos históricos de los soberanos, los liberales un estado federal con un emperador a la cabeza y los democrátas una república federal. 
La unificación será liderada por Prusia y se desarrolla en tres fases:
- Entre 1859 y 1865 se producen los primeros pasos en la unificación. Bismarck había ascendido a canciller de Prusia en 1862 e inició las maniobras para arrebatar a los daneses los ducados alemanes limítrofes de Schleswig y Holstein. Para ello tuvo que contar con Austria, ésta ocuparía Holstein, Schleswig quedaría en manos de Prusia.
- Entre 1866 y 1869 la rivalidad entre Prusia y Austria desembocaba en un conflicto armado. Aprovechando que Austria estaba inmersa en la guerra contra la unificación italiana, Prusia invade Holstein y se enfrenta a Austria. Dirigido por el general Moltke, con gran capacidad de movimientos gracias al ferrocarril y mejor armamento (fusil de retrocarga), el ejército prusiano vence en Sadowa a los austriacos, y para sorpresa de toda Europa, la guerra se torna corta. Se produce la anexión a Prusia de algunos de los estados del norte de Alemania y en 1867 la creación de la Confederación Alemana del Norte, que incluía al resto de los territorios del norte y centro de Alemania, reunidos en una nueva estructura estatal en torno a la Alemania de Bismarck.
- Entre 1870 y 1871 se desarrolla la última etapa y más definitiva. Napoleón III de Francia no puede aceptar la extensión de Prusia hacia los estados del sur de Alemania, pues un país unificado sería un peligro para Francia. Bismarck buscó entonces la guerra. Aprovechando la oposición exigente de Francia a la candidatura Hohenzollern al trono español y la presión contra Alemania para que no hubiera otro candidato alemán, Prusia declara la guerra a Francia. Prusia aplasta en Sedán y Metz a los ejércitos franceses. Sin oposición, se unen al nuevo estado todos los estados del sur de Alemania, menos Austria, incorporando también Alsacia y Lorena, territorios que serían causa de disputa con Francia hasta la Segunda Guerra Mundial.
Surgía así una nueva potencia bajo el liderazgo de Bismarck, que se constituía como un imperio, el II Reich alemán bajo el trono del rey prusiano Guillermo I. Se iniciaba una época de gran desarrollo económico bajo la alianza entre la nobleza terrateniente y la burguesía industrial.

Guillermo I. Fuente: wikipedia.org                      Otto von Bismarck. Fuente: elpaís.com



Fuente: elaboración propia.










El surgimiento de nuevos estados balcánicos a fines del XIX

A principios del siglo XX, asistimos a las primeras reacciones nacionalistas de los pueblos cristianos de los Balcanes frente al Imperio turco, un gran estado de carácter islámico que se extendía por tres continentes, desde el norte de África al Oriente Próximo asiático y los Balcanes europeos. La reacción nacionalista de pueblos como los serbios, rumanos, búlgaros o griegos, se produce frente al centralismo administrativo, los excesivos impuestos, la represión y la intolerancia cultural y religiosa ejercida por las autoridades turcas. Las aspiraciones de estos pueblos se vieron respaldadas en ocasiones por Austria, pero sobre todo por Rusia, interesadas en el hundimiento del Imperio turco, de cuyas ruinas querían obtener beneficios territoriales y estratégicos. Rusia siempre concibió los Balcanes como un lugar privilegiado para su expansión natural, buscando la salida directa al Mediterráneo. Los barcos rusos tenían que atravesar los estrechos del Bósforo y Dardanelos, situados en territorio turco, para encontrar una salida al Mediterráneo. Todo ello generaba una gran tensión entre ambos imperios. Un factor relevante es que Rusia ejercía también un importante papel como referencia cultura y religiosa entre los pueblos balcánicos, no hay que olvidar que buena parte de éstos compartían la religión ortodoxa cristiana con Rusia (Rumanía, Serbia, Bulgaria o Grecia), y algunos de ellos eran además eslavos, por lo que su lengua y cultura estaban emparentadas con las de Rusia (serbios y búlgaros). En este sentido, el Imperio ruso pretendió siempre convertirse en garante del respeto a la cultura y religión de los pueblos cristianos ortodoxos frente a la intolerancia del Islam.


Al margen del caso griego, que ya hemos tratado anteriormente, el mejor ejemplo al respecto y el más precoz fue el del pueblo serbio, que vivió una primera insurrección en 1804 y una nueva insurrección nacional en 1815, siempre con la Iglesia ortodoxa serbia como símbolo nacional, convertida en el principal estandarte frente al Imperio turco, de carácter islámico. A raíz del último de los levantamientos se crea el principado de Serbia, con gran autonomía dentro del Imperio turco. Tras la guerra de Crimea (1854-56) y al amparo de las grandes potencias europeas, los principados de Valaquia y Moldavia se unían en 1859 para crear el Principado de Rumanía, que gozaría de plena autonomía. Pero sería a finales del siglo XIX, tras la guerra ruso-turca de 1877-78, cuando los serbios y rumanos alcanzarían la independencia definitiva, iniciando los búlgaros su proceso de emancipación. La guerra se inicia a partir de la insurrección de los pueblos de los Balcanes frente al autoritarismo turco, que fue seguida de una fortísima reacción represora por parte del Imperio. En la guerra, el ejército ruso derrotó a los turcos, contando para ello con el apoyo de los pueblos balcánicos. Solo la intervención de las potencias occidentales evitó que los rusos tomaran Estambul y se hicieran con el control de los estrechos. En marzo de 1878, Rusia impone a Turquía el Tratado de San Stefano, que suponía la independencia de Rumanía, Serbia y Montenegro, así como la creación de una Gran Bulgaria independiente que se extendería por los territorios de Macedonia y Tracia. Los aliados desconfiaban de una Bulgaria tan extensa, que seguramente se había de convertir en un aliado incondicional de Rusia, por lo que, cuatro meses después, se impone el Tratado de Berlín de julio de 1878. En él se reconocía la independencia de Rumanía, Serbia y Montenegro, pero con una Bulgaria convertida en principado autónomo del Imperio turco y con mucho menos territorio del que inicialmente se le asignaba: perdía Macedonia y la mitad sur, Rumelia oriental, convertida en provincia turca. En las décadas siguientes, el nacionalismo búlgaro iniciaría una carrera por la independencia y la recuperación de los territorios que se le asignaban en el Tratado de San Stefano. No sería hasta 1908 cuando lograría la independencia definitiva del Imperio turco, incorporando al nuevo reino los territorios de Rumelia oriental.

Fuente: elaboración propia.


El surgimiento de los primeros movimientos nacionalistas en la España de finales del siglo XIX

A finales del siglo XIX y como reacción a la política centralista y uniformizadora de la Restauración (1876-1902), surgen movimientos nacionalistas en Cataluña, el País Vasco y Galicia. Durante la primera mitad del siglo XIX aparecieron movimientos de recuperación de la cultura y la lengua (nacionalismo cultural), que desembocaron a fines del siglo en movimientos políticos (nacionalismo político) cuyas exigencias iban desde la autonomía a la federación o, incluso, la independencia.

Sabino Arana, fundador del P.N.V, .creó la bandera
vasca o ikurriña siguiendo el modelo británico.
El nacionalismo vasco parte del desarrollo previo de un movimiento de recuperación de la cultura vasca (se estudia el folklore, las tradiciones, la lengua, las leyendas) desde la mitad del siglo XIX. Pero el nacionalismo político surge a raíz de la frustración que provoca la abolición de los fueros vascos (leyes antiguas de las provincias vascas que les daban ciertos privilegios legales y fiscales y que los liberales españoles intentaron eliminar) por parte del gobierno de la Restauración, así como la preocupación por la llegada masiva de trabajadores inmigrantes procedentes del resto de España que empezaron a llegar para trabajar en la industria naciente, no en vano a finales del siglo XIX el País Vasco y especialmente Bilbao se había convertido en el centro de la industria metalúrgica española. Como reacción ante esta situación, Sabino Arana funda en 1895 el Partido Nacionalista Vasco (P.N.V.) que tendrá un carácter inicialmente separatista y racista: defensa de la superioridad de la raza vasca, vuelta de los fueros vascos, rechazo del obrerismo (inmigrantes españoles o "maketos") y del liberalismo (asumido por la burguesía vasca, considerada traidora), antiespañolismo y separatismo, defensa de la lengua vasca y las tradiciones que se conservaban en el mundo rural, y catolicismo a ultranza. Posteriormente moderaría su discurso, evolucionando hacia posturas más moderadas y autonomistas, atrayendo así a sectores de la burguesía vasca.
El nacionalismo catalán viene precedido por un movimiento previo, desarrollado en la primera mitad del siglo XIX, de recuperación de la lengua y la cultura catalana, la Renaixensa. El catalanismo político surgirá después del Sexenio Democrático (1868-1874), a partir de una corriente progresista surgida de las filas de los republicanos federalistas. De esta corriente surge la figura de Valentí Almirall, que intentó aunar la vertiente progresista y republicana y la más cultural y conservadora, con la creación del Centre Catalá (1882), organización que reivindicaba la autonomía de Cataluña. En 1885 impulsó la redacción del Memorial de Greuges (Memorial de Agravios), que fue presentado al rey y en el que se denunciaba la opresión de Cataluña y pedía autogobierno.

Bandera de Unió Catalanista. Fuente: researchgate.net                              Prat de la Riba. Fuente: elpaís.com





Posteriormente en 1891, en el nacionalismo más burgués y conservador nace la Unió Catalanista, dirigida por Prat de la Riba. Su programa quedó fijado en las Bases de Manresa (1892), que defendían una España confederal en la que Cataluña tuviera todas las competencias de gobierno interior y el Estado central se ocupara solo del ejército, las relaciones internacionales y las vías de comunicación. Defendían el catalán como lengua oficial y la creación de unas cortes catalanas. En 1901, Prat de la Riba y Cambó fundaron un nuevo partido catalanista, burgués y conservador, la Lliga Regionalista.
Asamblea catalanista en la sala de sesiones de la casa de la ciudad de Manresa. Dibujo de J. Pahissa. 
Arxiu Históric de la Ciutat. Barcelona. 


El nacionalismo gallego partió también de un movimiento de recuperación de la lengua y la cultura gallega, "O Rexurdimiento" (Rosalía de Castro). Será siempre mucho más débil y también más tardío que los nacionalismos vasco y catalán. Igualmente, sus aspiraciones serán también menos ambiciosas, reivindicando esencialmente mayores cotas de autonomía. Los primeros gallegistas, como es el caso de Alfredo Brañas o Manuel Murguía, crearon la Asociación Rexionalista Galega en 1890 y reaccionaron contra el atraso y marginación del territorio con respecto a otras regiones, reivindicando el uso de la lengua gallega. El nacionalismo gallego no alcanzó relevancia hasta el siglo XX de la mano de figuras carismáticas como Castelao.

Rosalía de Castro                          Fuente: wikipedia.org                          Manuel Murguía




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